"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

domingo, 11 de enero de 2015

Tour Peligroso #1 Colonia del Sacramento

El tiempo es tan paradójico que sólo una hora de navegación conecta la locura metropolitana de Buenos Aires con la paz atemporal de Colonia del Sacramento. El buque que atraviesa el Río de la Plata con un shopping a cuestas es el médium entre esas dos realidades contrastantes.


Mis compañeros en la cruzada uruguaya son Adri (alias Foppi) y Ary's. Percusionista el primero, guitarrista el segundo, el objetivo de armar un repertorio para intentar sustentarnos con lo recaudado mientras viajamos surge en la misma milésima de segundo en que se materializa la idea de emprender juntos una excursión a la república vecina. Queremos recorrer la costa, tenemos instrumentos para aguantar los trapos. Los ingredientes de nuestra ensalada musical son: tango, jazz, bossa nova, rock, folclore, y lo que venga.

La inicial compartida por los tres es una tentación a auto denominarnos "Trío Triple A", posibilidad descartada rápidamente por motivos ideológicos. Así, triunfa sin oposiciones la propuesta de Foppi: nos presentaremos como el TRÍO PELIGROSO.

Álvar, violín; Ary, guitarra; Foppi, batajón

La ciudad más antigua de la actual República del Uruguay es una sucesión de postales diáfanas envueltas en un clima de sosiego imperturbable.

Por la tarde, las personas se sientan en la puerta de sus hogares para compartir el silencio. Lo interludian con alguna observación y lo comparten. Ceban un mate y lo siguen compartiendo, amasándolo, respirándolo junto al aire del Plata.

El río, que de tan grande parece un océano, acaricia los ladrillos del fuerte colonial y de los cuerpos de los niños cuyas risas iluminan el día. (Es inconcebible la idea de que en la orilla opuesta se encuentra el Balneario de Quilmes...)

En las calles se percibe un clima de invulnerabilidad, de presente, de despreocupación colectiva. Como dice Ary, "¡lo que me encanta de esta ciudad es que podés salir a cualquier hora y estás seguro de que no te va a pasar nada!".


El centro histórico es un rompecabezas de piezas portuguesas y españolas. A lo largo de la historia, cada administración colonial que poseyó la ciudad dejó su propia huella. Hoy las diferencias se distinguen en el trazado urbano, en el tipo de empedrado, en la arquitectura y el color de las construcciones. Así, por ejemplo, las casas pintadas de colores y las calles sin veredas son características de la época portuguesa. Esta superposición de idiosincrasias es producto del tomala-vos-dámela-a-mí en que se bamboleó la ciudad durante centurias.


Fundada en enero de 1680 por los portugueses bajo el nombre de Nova Colônia do Santíssimo Sacramento, tomada por los españoles en agosto de ese mismo año...
Devuelta a los portugueses en 1683, recuperada por el capitán navarro-español Juan de Lacoizqueta en 1705...
Restituida a Portugal en 1715 por causa del Tratado de Utretch, nuevamente en manos de la Corona Española por el Tratado de Madrid de 1750...
Otra vez dependiente del Reino de Portugal por el Tratado de París de 1763, anexada al Virreinato del Río de La Plata en 1777 después de una expedición enviada por el Rey Carlos III de España...
Arrebatada por los ingleses entre marzo y septiembre de 1807, en 1810 se levantó contra las autoridades españolas y en 1813 formó parte de la Provincia Oriental...
Ocupada nuevamente por los portugueses durante la invasión Luso-Brasileña de 1816, en 1828 quedó definitivamente bajo la soberanía del Estado Oriental del Uruguay, hasta que, después de casi 200 años de estabilidad, en las postrimerías de 2014 cayó en manos del TRÍO PELIGROSO...


Como si de piratas venidos de otra dimensión espacio-temporal se tratase, el Trío Peligroso inunda los restaurantes, bares y plazas en su cruzada para ganarse el pan (y el hostel). En su periplo, recibe monedas de diversas latitudes: pesos uruguayos & argentinos, reales brasileños, dólares estadounidenses y hasta algún que otro euro.

Una tarde conocimos en la calle a Antonio, un turista canadiense que estaba buscando hospedaje y que tuvo la mala fortuna de recalar en nuestra misma habitación. Pasó una noche olvidable, rodeado de risas, portazos y conversaciones a deshora. Cuando despertó, lo primero que hizo fue buscar otro alojamiento sin siquiera esbozar un intento de despedida.

Pero no todo fue hostilidad -aunque involuntaria, hostilidad al fin- en el seno de nuestra expedición; también hubo gestos humanitarios. Por ejemplo, cuando un turista paulista que se encontraba almorzando con su familia nos pidió especialmente que interpretáramos el tango Por una cabeza de Carlos Gardel, ya que no había tenido el placer de oírlo en vivo durante su reciente estadía en Buenos Aires, y nosotros aceptamos gustosos.


Durante una noche entera la tormenta del río más ancho del mundo dibuja en el cielo venas fluorescentes que se propagan como telarañas radioactivas hacia todos los puntos cardinales. Foppi se esconde detrás de su batajón con la esperanza de que el pintoresco instrumento percusivo sirva a la vez de escudo anti-eléctrico. Buscando cobijo, terminamos rodeando la mesa de un restaurante del que somos intérpretes recurrentes. Un bidón de agua transformado en tambor hace las veces de guía en una improvisación vocal libre en clave de candombe.

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