"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

viernes, 20 de enero de 2012

Viaje 2012 V: Tiwanaku

Escapamos de la locura de La Paz para sumirnos en la verdadera paz de Tiwanaku, 70 kms hacia el sudoeste vía carretera. En este pueblo se encuentra uno de los complejos arqueológicos más importantes de Sudamérica: las ruinas de Tiahuanaco, centro religioso y político de los Tiahuanacotas. Sin embargo, al enterarnos del precio de la entrada, decidimos apreciarlo desde afuera, del otro lado del alambrado. Optamos por pasear por el centro del pueblo y sus alrededores, para conocer el Tiwanaku actual.

El lugar en sí mismo tiene algo de sagrado, de superreal, más allá de visitar o no las ruinas reconstruidas. En la plaza principal del pueblo (frente a la cual se emplaza una iglesia barroca que data del siglo XVI) hay un cartel de madera con el siguiente texto grabado:


Todo empieza

de nuestros corazones,
esa relación del hombre
con la naturaleza y el cosmos.

Todos al ser hijos del mismo Sol

debemos retornar
a un orden natural de las cosas
y fluir
como el río
que no conoce fronteras.


Hurgando la tranquilidad espectacular de la plaza nos cruzamos con Juan Cóndori, un señor originario del lugar con quien mantuvimos una interesantísima charla acerca de su cultura. Nos contó que la civilización Tiahuanaco, predecesora de los Incas, se desarrolló aproximadamente entre los años 1700 a.C. y 1200 d.C., influyendo enormemente en el posterior desarrollo de los constructores de Machu Picchu. Se hipotetiza que la causa de su misteriosa debacle fue una gran sequía. Aún se conservan sus templos, adoratorios del Sol y de la luna, y su lengua, el aymara, es una de las lenguas oficiales de Bolivia y todavía se habla en gran parte del país (sobre todo en las zonas rurales y en las cercanías de La Paz y el Lago Titicaca). 

El plan para el atardecer fue coronar la cima de una cadena de cerros que divisábamos en el horizonte. Así Talo, Chiqui, el Hippie, la Trotska, Pezu, Frodo, Sam, List y yo nos aventuramos a través de campos de cultivo, ríos y propiedades privadas en busca del ansiado vértigo que confiere la aventura. La tarde estuvo hermosa, y pudimos alcanzar una altura considerable para la hora en que se puso el Sol. A nuestra derecha se apreciaba una punta del sagrado lago Titicaca. Fue un crepúsculo increíble. El problema fue el retorno al pueblo; en plena oscuridad, sin linternas ni provisiones. Pero, más allá de cierta desesperación (ni la luna nos alumbraba, veíamos luces en todas direcciones y no estábamos seguros de hacia cuál dirigirnos), el saldo no fue más que algún que otro resbalón en el barro.


Tras encontrarnos todos enteros y salvos nuevamente en las habitaciones que alquilábamos, emprendimos una peregrinación hacia el centro del pueblo en busca de alimentos. El resultado fue que los diez peregrinos (los mencionados en la aventura, más Paula, que se había quedado leyendo) nos postramos frente a un puesto de salchipapa, esa inconmensurable fuente de proteínas y salud. Como mencioné anteriormente, la salchipapa es un ingenioso invento de nuestros hermanos latinoamericanos que consiste en combinar de manera absolutamente proporcioanda salchichas y papas fritas. A la mezcla se le agrega abundante aderezo y voilá, el resultado perfecto. 

Mientras degustábamos tan delicado plato se nos acercó amistosamente un hombre llamado Freddy. Éste, tras manifestarse simpatizante de Vélez y hacer algunos comentarios acerca del fútbol argentino, nos ofreció jugar un partido. Argentina - Bolivia, en la altura de Tiwanaku. “Mañana a las 9 A.M. Por la coca". Aceptamos.


Nos pasamos toda la noche analizando la manera de parar el equipo. "Esto es por el Diego" nos decíamos, tomando el encuentro como una revancha de aquel fatídico 6-1, mientras coreábamos himnos y marchas patrióticas, desde la Marcha de Malvinas hasta la del Combate de San Lorenzo (mi favorita).

Nos levantamos con mucha motivación. Los ocho muchachos del grupo llegamos al terreno de juego tras desayunar cafés y sánguches de huevo frito (combinación letal, también típica en la región). Freddy vive en frente de la cancha en cuestión; al vernos llegar salió con la pelota y su equipo. Sólo eran 4, por lo que hicimos un mezclado: 6 contra 6. De todas formas lo tomamos como un Argentina - Bolivia. Estos fueron los equipos:

Bolivia: Freddy y sus tres compatriotas, más Pezu y Sam.
Argentina: Frodo, Chiqui, List, Talo, el Hippie y yo.

El partido fue muy parejo e intenso. Me consagré como “el sucesor del Bati” al anotar 3 goles que le dieron la ventaja parcial a los míos. Llegamos a situarnos 4-2 en el marcador, y nos manteníamos firmes con Frodo en el arco (conformado éste por dos pilas de ropa), “la muralla” List y Chiqui en el fondo, Talo como armador y el Hippie y yo en la ofensiva… pero los más de 3800 msnm de Tiwanaku comenzaron a pesar sobre nuestros organismos. En un abrir y cerrar de pestañas nos igualaron 4-4. "Gol gana" sentenciamos, dado el cansancio y la proximidad de un micro a La Paz que algunos de los pibes pensaban tomarse. Todas las energías invertidas parecían esfumarse: ellos, sin padecer tanto como nosotros el cansancio de la altura (eran cuatro bolivianos que vivían en frente de la cancha, Sam, que es salteño y Pezu, que corre como Carles Puyol) tenían mucho más resto. Tras el empate sacamos del medio. Recibió Frodo (la "Brujita" Stamboni) en el fondo, levantó la cabeza y lanzó un pelotazo. Por dentro pensé "¿qué hace este boludo? ninguno de nosotros puede correr esa pelota". Vi pasar el esférico por encima de mí, y comprendí que no se trataba de ningún pase. Casi en cámara lenta apreciamos cómo el balón se colaba en el ángulo izquierdo del arquero. Golazo de atrás de mitad de cancha, festejo desmedido, ovación, vuelta olímpica y avalancha. 5-4 para Argentina, alegría y cansancio extremos. Freddy cumplió su palabra y nos compró unas gaseosas para rehidratar nuestros organismos.

Pasamos nuestra última tarde en Tiwanaku merodeando las ruinas. Nos colamos, pero vino un
guardia a pedirnos una coima para dejarnos permanecer allí. Como no percibí una buena energía en el lugar, cercado por un horrible alambrado, preferí retirarme, rechazando la cordial propuesta del guardia.



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