El grupo se fragmentó una vez más. Ary y Carla contrataron un tour para ir en bici a Machu Picchu, mientras Nico y Paula se desligaron de nosotros por manejar tiempos e intereses distintos. En fin, se conformó la siguiente trilogía: List, el Hippie y yo. La poco numerosa (mas no por eso menos aguerrida) tropa resolvió dejarse de joder con los alojamientos arancelados y empezar a delinear un sendero propio.
El “Valle Sagrado de los Incas” está conformado por un conjunto de valles, montañas y ríos que fueron habitados y venerados por la civilización andina. Sectores agrícolas, urbanos, militares y religiosos se despliegan por todo el territorio, que se extiende desde Písac hasta Machu Picchu.
"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda
martes, 31 de enero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
Viaje 2012 VII: Cusco
Se cumple un mes de mi partida de Buenos Aires. El recuerdo de aquel viaje en tren a Tucumán se me figura lejano; sin embargo las energías, la adrenalina y las esperanzas que hierven dentro de mí me hacen sentir que el viaje recién está comenzando. El tiempo transcurrido me encuentra con el pelo más largo, la barba más desprolija y un par de quilos menos (hace unos días tuve que comprar un cinto para evitar la inminente caída de mis pantalones en plena vía pública), mas con las mismas ilusiones que motivaron el viaje desde el principio, y que me conducen, junto a estas irremediables ansias de vivir, a adentrarme en los ineludibles terrenos de la aventura.
Después de separarnos de la mayor parte de nuestros amigos (que retornaron a sus respectivas vidas, algunos en Salta y otros en Quilmes), me dirigí junto al nuevo complot (List, Nico, Paula, el Hippie, Ary y Carla) a la frontera Bolivia - Perú. List y yo acarreábamos el problema de la clandestinidad (habíamos cruzado la frontera Argentina - Bolivia de forma ilegal, como se recordará), por lo que debimos coimear a un policía de Copacabana para que nos extendiera un certificado por la pérdida de nuestras respectivas tarjetas andinas (el papel que te dan al migrar de un país al otro). Llegados a la frontera con Perú, ese certificado no nos sirvió para nada. No tuvimos manera de convencer al oficial del puesto fronterizo, que argumentó que debíamos retornar a La Paz para dirigirnos a la oficina de migraciones, donde corroborarían en sus computadores que efectivamente habíamos ingresado al país de forma legal para extendernos una nueva tarjeta. La denuncia por extravío, por sí sola, no nos alcanzaba. Nos vimos obligados, por lo tanto, a abonar los 300 bs (unos 50 dólares) correspondientes a la multa por "evasión de fronteras"… El elevado precio de la ansiada -y siempre conveniente- legalidad.
domingo, 22 de enero de 2012
Viaje 2012 VI: Copacabana e Isla del Sol
"Irrita el yugo de la costumbre,
surgen antiguas ansias nómades,
despierta la feroz estirpe
de su brutal somnoliencia".
Jack London
Volvimos en bondi a La Paz y pasamos la tarde en la Feria del Alto, una feria que se organiza dos veces por semana en la cual se puede conseguir ropa, comida y artículos varios a muy bajo precio. Tras bastante caminata a través de los interminables puestos compré un par de zapatillas de trekking de segunda mano por 85 bs (unos 12 dólares), precio irrisorio comparado con los que se manejan en Argentina. Luego de merodear por allí un par de horas nos aventuramos hacia Copacabana los dos salteños (Sam y Frodo), List y yo.
Llegamos de noche, y la dificultosa búsqueda de un hostel que se acomodara a nuestras pretensiones desembocó en una estadía nada agradable en "Hostal Luna", un verdadero espanto cuya única ventaja era su bajo precio. Dejamos las cosas y salimos a pasear. Nos postramos un rato en la costa, contemplando la noche que se devoraba el Titicaca. Allí sentado vi pasar al dueño de "El Castillo", el restaurante donde había trabajado de mozo el verano pasado. No lo saludé porque no recordaba su nombre (ni lo recuerdo tampoco ahora).
El nuevo Sol nos encontró, como siempre, con ansias de aventuras. Almorzamos trucha en un comedor, nos mudamos de hostel y alquilamos un velero para adentrarnos en las sagradas aguas titicaqueñas. Bajo la dirección de Frodo ("el valeroso capitán Stamboni"), el grupo de navegantes se alejó y se alejó de la costa, sin medir consecuencias. Pasamos un tiempo hermoso, comiendo mangos y sánguches de palta y tocando temas de Silvio Rodríguez (Playa Girón fue el hit de la tarde). Contemplamos el atardecer en medio de la masa acuífera, fundiéndose el cielo y el agua del lago en miles de matices y colores irreproducibles. Los pibes se tiraron en pelotas al agua, yo me figuré que si lo hacía me cagaría de frío y los contemplé desde las tablas del velero.
viernes, 20 de enero de 2012
Viaje 2012 V: Tiwanaku
Escapamos de la locura de La Paz para sumirnos en la verdadera paz de Tiwanaku, 70 kms hacia el sudoeste vía carretera. En este pueblo se encuentra uno de los complejos arqueológicos más importantes de Sudamérica: las ruinas de Tiahuanaco, centro religioso y político de los Tiahuanacotas. Sin embargo, al enterarnos del precio de la entrada, decidimos apreciarlo desde afuera, del otro lado del alambrado. Optamos por pasear por el centro del pueblo y sus alrededores, para conocer el Tiwanaku actual.
El lugar en sí mismo tiene algo de sagrado, de superreal, más allá de visitar o no las ruinas reconstruidas. En la plaza principal del pueblo (frente a la cual se emplaza una iglesia barroca que data del siglo XVI) hay un cartel de madera con el siguiente texto grabado:
Todo empieza
de nuestros corazones,
esa relación del hombre
con la naturaleza y el cosmos.
Todos al ser hijos del mismo Sol
debemos retornar
a un orden natural de las cosas
y fluir
como el río
que no conoce fronteras.
Mientras degustábamos tan delicado plato se nos acercó amistosamente un hombre llamado Freddy. Éste, tras manifestarse simpatizante de Vélez y hacer algunos comentarios acerca del fútbol argentino, nos ofreció jugar un partido. Argentina - Bolivia, en la altura de Tiwanaku. “Mañana a las 9 A.M. Por la coca". Aceptamos.
El lugar en sí mismo tiene algo de sagrado, de superreal, más allá de visitar o no las ruinas reconstruidas. En la plaza principal del pueblo (frente a la cual se emplaza una iglesia barroca que data del siglo XVI) hay un cartel de madera con el siguiente texto grabado:
Todo empieza
de nuestros corazones,
esa relación del hombre
con la naturaleza y el cosmos.
Todos al ser hijos del mismo Sol
debemos retornar
a un orden natural de las cosas
y fluir
como el río
que no conoce fronteras.
Hurgando la tranquilidad espectacular de la plaza nos cruzamos con Juan Cóndori, un señor originario del lugar con quien mantuvimos una interesantísima charla acerca de su cultura. Nos contó que la civilización Tiahuanaco, predecesora de los Incas, se desarrolló aproximadamente entre los años 1700 a.C. y 1200 d.C., influyendo enormemente en el posterior desarrollo de los constructores de Machu Picchu. Se hipotetiza que la causa de su misteriosa debacle fue una gran sequía. Aún se conservan sus templos, adoratorios del Sol y de la luna, y su lengua, el aymara, es una de las lenguas oficiales de Bolivia y todavía se habla en gran parte del país (sobre todo en las zonas rurales y en las cercanías de La Paz y el Lago Titicaca).
El plan para el atardecer fue coronar la cima de una cadena de cerros que divisábamos en el horizonte. Así Talo, Chiqui, el Hippie, la Trotska, Pezu, Frodo, Sam, List y yo nos aventuramos a través de campos de cultivo, ríos y propiedades privadas en busca del ansiado vértigo que confiere la aventura. La tarde estuvo hermosa, y pudimos alcanzar una altura considerable para la hora en que se puso el Sol. A nuestra derecha se apreciaba una punta del sagrado lago Titicaca. Fue un crepúsculo increíble. El problema fue el retorno al pueblo; en plena oscuridad, sin linternas ni provisiones. Pero, más allá de cierta desesperación (ni la luna nos alumbraba, veíamos luces en todas direcciones y no estábamos seguros de hacia cuál dirigirnos), el saldo no fue más que algún que otro resbalón en el barro.
Tras encontrarnos todos enteros y salvos nuevamente en las habitaciones que alquilábamos, emprendimos una peregrinación hacia el centro del pueblo en busca de alimentos. El resultado fue que los diez peregrinos (los mencionados en la aventura, más Paula, que se había quedado leyendo) nos postramos frente a un puesto de salchipapa, esa inconmensurable fuente de proteínas y salud. Como mencioné anteriormente, la salchipapa es un ingenioso invento de nuestros hermanos latinoamericanos que consiste en combinar de manera absolutamente proporcioanda salchichas y papas fritas. A la mezcla se le agrega abundante aderezo y voilá, el resultado perfecto. El plan para el atardecer fue coronar la cima de una cadena de cerros que divisábamos en el horizonte. Así Talo, Chiqui, el Hippie, la Trotska, Pezu, Frodo, Sam, List y yo nos aventuramos a través de campos de cultivo, ríos y propiedades privadas en busca del ansiado vértigo que confiere la aventura. La tarde estuvo hermosa, y pudimos alcanzar una altura considerable para la hora en que se puso el Sol. A nuestra derecha se apreciaba una punta del sagrado lago Titicaca. Fue un crepúsculo increíble. El problema fue el retorno al pueblo; en plena oscuridad, sin linternas ni provisiones. Pero, más allá de cierta desesperación (ni la luna nos alumbraba, veíamos luces en todas direcciones y no estábamos seguros de hacia cuál dirigirnos), el saldo no fue más que algún que otro resbalón en el barro.
Mientras degustábamos tan delicado plato se nos acercó amistosamente un hombre llamado Freddy. Éste, tras manifestarse simpatizante de Vélez y hacer algunos comentarios acerca del fútbol argentino, nos ofreció jugar un partido. Argentina - Bolivia, en la altura de Tiwanaku. “Mañana a las 9 A.M. Por la coca". Aceptamos.
Nos pasamos toda la noche analizando la manera de parar el equipo. "Esto es por el Diego" nos decíamos, tomando el encuentro como una revancha de aquel fatídico 6-1, mientras coreábamos himnos y marchas patrióticas, desde la Marcha de Malvinas hasta la del Combate de San Lorenzo (mi favorita).
Nos levantamos con mucha motivación. Los ocho muchachos del grupo llegamos al terreno de juego tras desayunar cafés y sánguches de huevo frito (combinación letal, también típica en la región). Freddy vive en frente de la cancha en cuestión; al vernos llegar salió con la pelota y su equipo. Sólo eran 4, por lo que hicimos un mezclado: 6 contra 6. De todas formas lo tomamos como un Argentina - Bolivia. Estos fueron los equipos:
Bolivia: Freddy y sus tres compatriotas, más Pezu y Sam.
Argentina: Frodo, Chiqui, List, Talo, el Hippie y yo.
El partido fue muy parejo e intenso. Me consagré como “el sucesor del Bati” al anotar 3 goles que le dieron la ventaja parcial a los míos. Llegamos a situarnos 4-2 en el marcador, y nos manteníamos firmes con Frodo en el arco (conformado éste por dos pilas de ropa), “la muralla” List y Chiqui en el fondo, Talo como armador y el Hippie y yo en la ofensiva… pero los más de 3800 msnm de Tiwanaku comenzaron a pesar sobre nuestros organismos. En un abrir y cerrar de pestañas nos igualaron 4-4. "Gol gana" sentenciamos, dado el cansancio y la proximidad de un micro a La Paz que algunos de los pibes pensaban tomarse. Todas las energías invertidas parecían esfumarse: ellos, sin padecer tanto como nosotros el cansancio de la altura (eran cuatro bolivianos que vivían en frente de la cancha, Sam, que es salteño y Pezu, que corre como Carles Puyol) tenían mucho más resto. Tras el empate sacamos del medio. Recibió Frodo (la "Brujita" Stamboni) en el fondo, levantó la cabeza y lanzó un pelotazo. Por dentro pensé "¿qué hace este boludo? ninguno de nosotros puede correr esa pelota". Vi pasar el esférico por encima de mí, y comprendí que no se trataba de ningún pase. Casi en cámara lenta apreciamos cómo el balón se colaba en el ángulo izquierdo del arquero. Golazo de atrás de mitad de cancha, festejo desmedido, ovación, vuelta olímpica y avalancha. 5-4 para Argentina, alegría y cansancio extremos. Freddy cumplió su palabra y nos compró unas gaseosas para rehidratar nuestros organismos.
Pasamos nuestra última tarde en Tiwanaku merodeando las ruinas. Nos colamos, pero vino un
guardia a pedirnos una coima para dejarnos permanecer allí. Como no percibí una buena energía en el lugar, cercado por un horrible alambrado, preferí retirarme, rechazando la cordial propuesta del guardia.
miércoles, 11 de enero de 2012
Viaje 2012 IV: La Paz y Sorata
Después de escribir la última entrada el pasado 6 de enero, me dirigí con List, Franco y Pablo (alias Legolas, Frodo y Sam, más Aragorn, es decir, quien escribe), al centro de La Paz para buscar con qué alimentar nuestros organismos. En esa búsqueda conocimos a Macorio, un simpático hombre que cubre su rostro con un barbijo mientras vende pizzas cocinadas en el momento en su horno transportable. Con él mantuvimos una interesante charla acerca del pasado, presente y futuro de Bolivia. El hombre se mostraba esperanzado con la gestión de Evo, y nombró varias medidas que su gobierno viene realizando. También dijo que van a recuperar la porción de costa pacífica que Chile “les robó” en el siglo XIX.
Después de cenar las pizzas de Macorio, más salchichas y salchipapas (delicada combinación de salchichas y papas con aderezo y picante a gusto, comida característica de la región), nos metimos en un antro espantoso decorado con luces de arbolito de navidad y tomamos unas cervezas. Salimos del antro algo alegres y nos mandamos para la Plaza Murillo (plaza principal de La Paz, donde se encuentra la Casa de Gobierno). Notamos que había una especie de operativo, conformado por varios policías que custodiaban la puerta, una moto negra que parecía una nave espacial, y varios coches de vidrios polarizados con la leyenda “Servicio Presidencial”, etc., de modo que nos sentamos en la plaza y esperamos que Evo saliera. Era ya de madrugada y nos preguntábamos para qué carajo podría o querría salir el presidente en ese momento. Pero tras una prolongada aunque no desagradable espera, eso que parecía un mero delirio de borrachos aconteció: Evo salió de la Casa de Gobierno custodiado por unos gendarmes. Nosotros, cuatro gringos borrachos, lo saludamos y vitoreamos fervorosamente. En la plaza no había nadie más. Evo levantó su brazo y nos saludó sonriendo. Evo nos saludó sonriendo. A nosotros. Lo habíamos conseguido. Habíamos visto a Evo.
Foto: Franco Stamboni Day
Después de cenar las pizzas de Macorio, más salchichas y salchipapas (delicada combinación de salchichas y papas con aderezo y picante a gusto, comida característica de la región), nos metimos en un antro espantoso decorado con luces de arbolito de navidad y tomamos unas cervezas. Salimos del antro algo alegres y nos mandamos para la Plaza Murillo (plaza principal de La Paz, donde se encuentra la Casa de Gobierno). Notamos que había una especie de operativo, conformado por varios policías que custodiaban la puerta, una moto negra que parecía una nave espacial, y varios coches de vidrios polarizados con la leyenda “Servicio Presidencial”, etc., de modo que nos sentamos en la plaza y esperamos que Evo saliera. Era ya de madrugada y nos preguntábamos para qué carajo podría o querría salir el presidente en ese momento. Pero tras una prolongada aunque no desagradable espera, eso que parecía un mero delirio de borrachos aconteció: Evo salió de la Casa de Gobierno custodiado por unos gendarmes. Nosotros, cuatro gringos borrachos, lo saludamos y vitoreamos fervorosamente. En la plaza no había nadie más. Evo levantó su brazo y nos saludó sonriendo. Evo nos saludó sonriendo. A nosotros. Lo habíamos conseguido. Habíamos visto a Evo.
viernes, 6 de enero de 2012
Viaje 2012 III: Yavi y el tren de Bolivia
El ahora grupo de diez personas (tras el regreso de Pato) decidió fragmentarse en base a las diferentes expectativas de cada uno. Así, mientras los brasileros se fueron a Potosí y los quilmeños a Uyuni, List y yo decidimos aprovechar estos días para recorrer lugares que no conocimos durante el viaje pasado.
El martes cruzamos, sin hacer el papelerío correspondiente, la frontera argentino-boliviana. Villazón es la ciudad que se comunica con La Quiaca, y el único motivo por el que un viajero puede querer permanecer algo de tiempo en ella es por su enorme feria de precios bajos.
Compré pasajes de tren Villazón-Oruro para viajar el jueves. Teniendo dos días de margen, volvimos al territorio argentino y nos fuimos todos juntos para Yavi, pueblo donde pareciera que nunca ocurre nada (he ahí el encanto). Para llegar a éste hay que tomarse una combi desde La Quiaca y recorrer por ruta los 16 km de distancia entre ambos puntos. Resultó ser que nos subimos a una camionetita que a mitad de camino se desvió de la ruta y nos dejó en medio de una villa de las afueras de La Quiaca sin dar mayores explicaciones. Los conductores nos dijeron que esperásemos allí, que en seguida volvían, y nos pidieron que les pagáramos los pasajes. Claro está que no les hicimos caso, ya que no teníamos motivos por los que confiar en ellos. Así, emprendimos una caminata de regreso a La Quiaca que nos llevó media hora. Luego nos tomamos dos remises a Yavi y estuvo todo pipí cucú.
En Yavi pasamos un tiempo muy tranquilo, entre sus callecitas de piedra y sus casas de adobe. Hicimos una caminata de una hora por el río para llegar a una cascada, y luego volvimos por el monte, abriéndonos camino cual Indiana Jones. Las dos noches las pasamos viendo las estrellas en el mirador.
El martes cruzamos, sin hacer el papelerío correspondiente, la frontera argentino-boliviana. Villazón es la ciudad que se comunica con La Quiaca, y el único motivo por el que un viajero puede querer permanecer algo de tiempo en ella es por su enorme feria de precios bajos.
Compré pasajes de tren Villazón-Oruro para viajar el jueves. Teniendo dos días de margen, volvimos al territorio argentino y nos fuimos todos juntos para Yavi, pueblo donde pareciera que nunca ocurre nada (he ahí el encanto). Para llegar a éste hay que tomarse una combi desde La Quiaca y recorrer por ruta los 16 km de distancia entre ambos puntos. Resultó ser que nos subimos a una camionetita que a mitad de camino se desvió de la ruta y nos dejó en medio de una villa de las afueras de La Quiaca sin dar mayores explicaciones. Los conductores nos dijeron que esperásemos allí, que en seguida volvían, y nos pidieron que les pagáramos los pasajes. Claro está que no les hicimos caso, ya que no teníamos motivos por los que confiar en ellos. Así, emprendimos una caminata de regreso a La Quiaca que nos llevó media hora. Luego nos tomamos dos remises a Yavi y estuvo todo pipí cucú.
En Yavi pasamos un tiempo muy tranquilo, entre sus callecitas de piedra y sus casas de adobe. Hicimos una caminata de una hora por el río para llegar a una cascada, y luego volvimos por el monte, abriéndonos camino cual Indiana Jones. Las dos noches las pasamos viendo las estrellas en el mirador.
martes, 3 de enero de 2012
Viaje 2012 II: Jujuy
El 30 de diciembre visitamos el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, en el que se exponen las famosas momias de los tres niños incas encontradas en 1999. Tuvimos ocasión de ver una de las momias (nunca exponen más de una simultáneamente), y de interiorizarnos un poco acerca de los por qués y los cómos de los sacrificios humanos que realizaban los incas. Fue una sensación extraña. Las investigaciones pueden arrojar luz sobre la idiosincrasia de dichos sacrificios pero, más allá de eso, se está exponiendo como si fuera un trofeo (y con fines intencionalmente turísticos) el cuerpo de tres niños que fueron sacrificados en el marco de una ofrenda a la Pachamama. Y si tenemos en cuenta que estas investigaciones están encabezadas por científicos estadounidenses y la National Geographic...
Por la tarde nos dividimos en grupos para emprender a dedo el trayecto que va de la ciudad de Salta a San Salvador de Jujuy. Nos atrincheramos en una YPF en la salida de la ciudad, y después de un rato Chiqui y yo nos subimos a un auto con el que recorrimos los 30 kilómetros que hay hasta Güemes. Allí estuvimos bastante tiempo en otra YPF, esta vez en medio de la nada misma, siendo azotados por el viento furioso y el sol radiante del mediodía salteño. Luego de aproximadamente una hora allí, un camionero que se presentó como Robert nos levantó.
Por la tarde nos dividimos en grupos para emprender a dedo el trayecto que va de la ciudad de Salta a San Salvador de Jujuy. Nos atrincheramos en una YPF en la salida de la ciudad, y después de un rato Chiqui y yo nos subimos a un auto con el que recorrimos los 30 kilómetros que hay hasta Güemes. Allí estuvimos bastante tiempo en otra YPF, esta vez en medio de la nada misma, siendo azotados por el viento furioso y el sol radiante del mediodía salteño. Luego de aproximadamente una hora allí, un camionero que se presentó como Robert nos levantó.
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