Con List todavía en un estado de dudosa sobriedad emprendimos la retirada de Huaraz. El siguiente destino sería Trujillo, la capital de la marinera, baile tradicional de Perú donde se evidencia el mestizaje hispano-amerindio-africano. Como el micro directo Huaraz-Trujillo era un poco más caro, hicimos trasbordo en Chimbote. Caímos en dicho lugar de madrugada tras unas 4 horas de micro, y nos tiramos a dormir en la terminal. La gente que pasaba nos miraba con la curiosidad reflejada en su rostro, pero no le dimos mayor relevancia al hecho. No era la primera vez que lo hacíamos. Teníamos sueño y dormimos tranquilamente dentro de nuestras bolsas de dormir, con nuestras mochilas como almohadas. Luego nos enteraríamos de que Chimbote es “el sitio más peligroso de Perú”.
Despertamos por los gritos de los vendedores de pasajes (sí, también gritan), y a eso de las 6 de la mañana tomamos el segundo micro, que nos depositaría en nuestro destino: Trujillo. Esta ciudad de la costa norte peruana le debe su nombre a la ciudad española, cuna del conquistador (y asesino) Francisco Pizarro.