"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

lunes, 9 de febrero de 2015

Tour Peligroso #4 La Pedrera

Salimos caminando de lo de Dani & Gime con un cielo hermosamente despejado abrazando nuestros pasos. A los pocos minutos me asaltó la certeza de estar olvidándome teléfono celular con cargador enchufado incluido, por lo que regresé corriendo a la casa y me llevé de regalo, muestra ad libitum de inacabable generosidad uruguaya, un paquetito con deliciosos buñuelos de verdura que Dani estaba cocinando en ese momento para el inminente almuerzo junto a su compañera y El Canario.

Proseguimos nuestro andar, doblamos en la primera rotonda del camino a la izquierda y, pese a cierto escepticismo de mis compañeros viajero-musicales, hicimos dedo. Con Ary habíamos tenido una buena experiencia al costado de la ruta el verano pasado; para Foppi era el primer intento con el pulgar en alto de su vida. Tal vez apoyados en la suerte de principiante de éste, o en el espíritu de Pepe Mujica, a los 5 minutos vimos cómo una camioneta se detenía para permitir nuestro ascenso. Los tres nos amuchamos en la parte de atrás de la misma, recibiendo satisfactoriamente el viento costero acariciando nuestros rostros en la que fue la primera -y única- experiencia autostopera del viaje.

En La Pedrera nos topamos con autos amontonados uno tras otro en ambas manos de la calle de tierra, lo que se me figuró como una hilera interminable de fordismo incrustado violentamente en el paisaje. Caminando y preguntando bastante, llegamos al "Camping Ecológico Punta Rubia", que lo único que tenía de ecológico era la separación de los residuos orgánicos de los secos. Estaba atestado de gente (símil campo de concentración) y debimos colocar nuestras carpas en una zona a priori no habilitada. La tranquilidad de La Paloma ya comenzaba a extrañarse...


La movida nocturna era una prolongación de ese caos: fiesta permanente, punchi punchi y escabio por doquier. El gran punto a favor de nuestra noite prima fue una intervención de candombe (percusión & vientos) en plena calle, fiesta de sabor afro-americano.

Tocando en la rua principal, en la que se congregaba la mayoría de los negocios, fuimos buceando de bar en bar buscando la chirola necesaria para subsistir en esa tierra de precios elevados. La recaudación fue suficiente como para que cada uno pudiera pagar una noche de camping (U$300), lo cual ayudaba pero quedaba corto detrás de los U$500 per cápita que habíamos recaudado en FULANA para año nuevo. En general recibimos buena onda por parte de los dueños de los boliches, y en particular fue La Volcánica quien se destacó en ese sentido, al regalarnos una de sus ricas cervezas artesanales.


El segundo día Ary desapareció sin dejar rastro. Le dejé una nota diciendo que lo esperábamos en el centro y partí junto a Foppi (a quien previamente le di unas buenas palizas en el ping-pong del camping) en busca del sustento material. Como teníamos que ensayar por primera vez algo como dúo (violín y percusión), decidimos postrarnos en la calle hasta aceitar los engranajes.


La intención era tener 3 o 4 temas presentables para tocar en La Volcánica, cuyo dueño ya nos había tirado la onda de darnos de comer a cambio de nuestra presentación. Nos encontrábamos improvisando unas músicas de color oriental (sugerí la adopción del nombre "Dúo Bin Laden") e intentando zafar entre ambos algún tema del trío, pero la cosa no terminaba de convencernos.  Al finalizar una versión descarrilada de Minor Swing, le comenté al puñado de gente que nos escuchaba que en verdad éramos un trío con un integrante desaparecido, y que era bienvenido a sumarse aquel o aquella que tuviera una guitarra o cualquier otro instrumento a mano.

Por gracia de algún capricho astronómico, una muchacha encapuchada que nos escuchaba en silencio era la persona indicada, en el tiempo y lugar indicados. Corrió hasta su puesto en la feria de artesanos, pidió prestada una guitarra y se acopló a nosotros. Al principio tímidamente, comenzó a rasguear un valsecito, luego una chacarera y un candombe. Subidos al trineo de su voz apuntamos los cañones hacia La Volcánica en procura de alguno de sus preciados artículos alimenticios. Le dijimos al dueño, que nos conocía de la noche anterior, que uno de los integrantes había cambiado, pero que la calidad estaba intacta. Así, con las tres canciones que trajo María (tal era su nombre) más Norwegian Wood y El Condor Pasa (reciclados del Trío Peligroso original) le dimos ruedo a nuestra primera presentación.

El dueño del restaurante nos invitó una cerveza artesanal y unas quesadillas, hecho que nos impulsó a autodenominarnos Trío Volcánico. Con la panza llena y el corazón contento nos embarcamos en una tocatta de bar en bar que nos proveyó de una recaudación similar a la de la primera noche, dinero que alcanzaba para pagar el camping y poco más (¡lo cual no estaba nada mal!).

El arte de María, Mundo Rosalinde

Al sentirnos realizados con nuestra labor callejero-musical, María nos guió hasta la playa para tratar de avistar noctilucas, criaturas lumínicas que habitan la costa de Valizas y que generan el efecto de un "océano de estrellas". Estábamos obsesionados con ellas desde el principio del viaje, pero hasta el momento nos venían siendo esquivas. María nos contó que durante algunas noches, al volver de la feria caminando por la playa hasta su morada, las había contemplado. Para activarlas, nos dijo, era preciso pisar la arena húmeda. Entonces el contorno del pie comenzaría a brillar noctilumínicamente...

Pisoteamos la arena un buen rato, pero sin éxito. Presuntamente, la luz de la luna que nos irradiaba era el factor que imposibilitaba su avistaje. Seguimos caminando en dirección a Punta Rubia (tanto la morada de María como nuestro camping se encontraban allí) y en el camino nos topamos con una fiesta con fogata incluida frente al mar. En un precario parador tocaba una banda de funk donde la cantante-guitarrista y un trombonista de muecas circenses se ganaban todos los aplausos. Varias personas bailaban junto al fuego, en una especie de ritual de resabios woodstockeros.

Foppi se me acercó y me preguntó "¿viste quién está ahí"?, señalándome nada más y nada menos que a Ary, el desaparecido de la jornada, que bailaba ensimismado con una cerveza en la mano ("saboreándolo con todo", según su léxico). Nos contó que por la mañana se había percatado de que había olvidado algunas pertenencias en casa de Dani & Gime, hecho que motivó una expedición a La Paloma que le demandó toda la tarde, tortas fritas y mates incluidos.

Una vez finalizado el recital, fuimos todos a conocer el rancho que estaba compartiendo María con su amiga Eva, quien también tenía un puesto en la feria. Lo habían recibido temporalmente, con más que buena fortuna, de manos de un conocido bonaerense que no lo utilizaría hasta nuevo aviso. Construido por sus propios dueños, aún estaba a medio terminar y sin luz eléctrica, lo que lo dotaba de una primitiva calidez precivilizatoria. Tocamos aleatoriamente iluminados por unas velas, zapando con un cuatro venezolano de María y saboreando los ritmos de los kass-kass de Foppi. Llegado el momento Eva decidió que era tiempo de dormir y se metió dentro de la carpa que tenían armada en el segundo piso del rancho. Nos quedamos delirando un rato más y poco tiempo después la imitamos, retirándonos a nuestras respectivas locaciones de pernocte.


Al otro día desarmamos nuestras carpas, desalojamos el camping ecológico y fuimos a almorzar al rancho de las pibas. Armamos una varieté alimenticia pseudo-comunitaria y luego le dimos rodaje al intercambio cultural: Foppi regaló kass-kass de su propia manufacturación; María regaló y vendió algunas de sus postales, imanes, tarjetas, libros y demás cosas lindas que hace. Para culminar, el Trío Peligroso ofreció, (ya de manera más formal que la noche anterior), un concierto rancho-místico super íntimo.


Así, nos despedimos de María & Eva y de La Pedrera, su promesa incumplida de noctilucas y sus firuletes musicales inesperados, para darle paso al capítulo más exótico y extremo de nuestra aventura.

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