Mi compañero de ruta es Andate Meiszner, guitarrista, sumo pontífice de la Iglesia Spinettiana fundada por nosotros hace unos días en el monte cordobés. El mayor fanático del Flaco que yo haya conocido, poseedor de más de 25 gigas relacionados con su obra, entre imágenes, videos y audios. Además, se sabe los acordes y las letras de casi todos los temas. Los días que compartimos en San Marcos Sierras han servido de intercambio cultural: él me enseñaba un tema de Spinetta a cambio de que yo le pasara uno de Vade Retro. Y todos felices.
Al llegar el alba, el carozo cantó. Tras recibir deseos de bendición por parte del pastor chaqueño, nos postramos en la salida de una estación de servicio de Cruz del Eje y enseguida frenó una camioneta comandada por Andrés, chileno de 35 años de edad. Tras haber vacacionado en Argentina, se encontraba regresando a su Antofagasta natal. Con él viajamos hasta San Juan entre cuecas y anécdotas, atravesando pueblitos fantasma rodeados de aridez y distancia.
En la capital sanjuanina visitamos la casa natal (hoy museo) de Domingo Faustino Sarmiento, exterminador de gauchos y negros. Se trata de una antigua casa de estilo colonial, construida con adobe, con un gran patio en el medio que da hacia las habitaciones. También se exhiben muebles y objetos pertenecientes al procer-genocida.
A la salida de la cuna sarmientana caminamos largo rato buscando un buen posicionamiento en dirección a Mendoza. Al no encontrar un punto estratégico adecuado donde atrincherarnos (peaje, estación de servicio, etc.), comenzamos a patear a un costado de la ruta con rumbo sur durante largo rato. En el transcurso de la caminata sentí la inmensa ADRENALINA de ser un puntito minúsculo moviéndose de acá para allá en la Tierra, otro puntito minúsculo. Me vi a mí mismo desde las alturas, como en una toma de película, y descubrí que una de las mayores alegrías que puedo vivenciar se basa en el acto de moverme, sin un plan concreto ni certezas absolutas, a lo largo del Camino.
Entramos al terreno saludando de lejos a la muchachada que preparaba el asado y dispusimos nuestra carpa de cara a la ruta, sobre la tierra agrietada y pedregosa. Ni bien estuvo lista, me metí adentro y casi sin quererlo me fui quedando dormido, a pesar del calor, las risas de los comensales y los ladridos de unos perros. Pero poco después se cumplió mi profecía: uno de los muchachos se nos acercó con un choripán para cada uno y nos charló un rato acerca de sus viajes. Estaba algo ebrio, lo escuchamos un rato y se fue. El chori de Andate estaba cortado tipo mariposa, el mío no.
A la noche, mientras dormíamos, se levantó un viento TREMENDO, un viento que parecía brotar de las profundidades de la tierra, monstruoso. La carpa estaba por salir volando en cualquier momento, con estacas y todo. Pensamos que se largaba la tormenta y que ahí la quedábamos, cosa que finalmente -por algún misterioso designio- no ocurrió. Pero el viento era terrible, viejo. Un viento que para qué contarte, mamita, para qué contarte...
Que buen relato loco! Aguanten los viajes y aguante el Flaquitoo
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