"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

viernes, 26 de agosto de 2016

Gira Diagonálica #2 TALLIN

14 al 18 / VII

Con motivo del Tango Port Tallinn cambiamos aires germánicos por bálticos. Efectivamente, el mundo hiperglobalizado en el que vivimos, que nos demuestra continuamente que es un tablero donde caben todas las posibilidades imaginables (y más), es capaz de albergar la realización de un festival de música criolla en 2x4, con artistas venidos de los más diversos puntos del globo, en una pequeña nación otrora soviética cuyas costas son acariciadas por las olas del Golfo de Finlandia y cuya ubicación ronda los 13 mil kilómetros respecto a la del Río de La Plata.


Así aterrizamos en la capital de Estonia, una república que de momento apenas cuenta con 25 años de independencia... ¡lo cual constituye aquí un récord de soberanía ininterrumpida! Caminar por las calles de un país con el que comparto el año de natalicio me hizo tomarle rápidamente un cariño particular.



Al momento de mi llegada al país, sin embargo, la única referencia conceptual que tenía de él era la música Arvo Pärt. Luego de mi estadía allí, al reescuchar las obras de este compositor con los ojos entrecerrados, vuelvo a divisar las calles medievales de la ciudad amurallada, el viento incesante del Báltico, sus amaneceres lentos e imperceptibles, sus horizontes interminables y la lejanía que todo lo trasunta como un manto ineludible. Así comienzo a percibir un conjunto homogéneo.


Para empezar, es menester remarcar que antes del 20 de agosto de 1991 -día en que fue confirmada la independencia de la República de Estonia- esta porción de tierra habitada por humanos desde hace aproximadamente 12.000 años ha vivido una historia por demás fascinante.

Con vestigios de la cultura de Kunda que datan aproximadamente del año 8.500 a.C., con evidencia de cerámica perteneciente a la cultura de Narva en los albores del Neolítico, de la cultura de la Cerámica del Peine desde el inicio del cuarto milenio en adelante y de la cultura de la cerámica cordada a partir de la Edad de Piedra, durante la Edad de Bronce comienzan a construirse los primeros asentamientos fortificados. En la Edad de Hierro aparecen plazas de origen celta, mientras que entre los años 50 y 450 d.C. se hace latente la influencia del Imperio Romano, época en la que comienza a desarrollarse un entendimiento de la identidad nacional.




La Edad Media es escenario de un merengue de proporciones épicas, perfectamente retratable en una tetralogía de estilo tolkieniano. El siglo XI es testigo de frecuentes combates con los vikingos provenientes de la costa oriental del Báltico. A finales del siglo XII se producen las Cruzadas del Norte, que culminan en 1227 y significan el abandono del paganismo y la conversión al cristianismo. 

En 1219 tiene lugar la Batalla de Lyndanisse, a partir de la cual Dinamarca -dirigida por el rey Waldemar II- se apodera del norte del país, incluida dicha ciudad, hoy conocida como Tallin. En 1346 los dominios dinamarqueses en Estonia son vendidos a la Orden Livona. Más allá de ocasionales rebeliones locales y un par de intentos de invasiones rusas, el país continuó siendo dirigido por los alemanes del Báltico durante los dos siglos posteriores.

En 1561 los suecos se alzaron en el poder. Bajo el reinado de Gustavo Adolfo de Suecia, en 1632 se estableció en la ciudad de Tartu la primera universidad del país (la segunda del Reino de Suecia, después de la de Uppsala). 


Tras la Gran Guerra del Norte (1700-1721), el imperio sueco perdió Estonia, que pasó a manos rusas. Desde ese momento, y por los siguientes 300 años, la historia del país estaría ligada a la de Rusia.

Durante el siglo XIX comenzó a desarrollarse un movimiento cultural nacionalista, que abogó por el desarrollo de una literatura autónoma y por la impartición de la educación formal en lengua local. En 1918 el país logró por primera vez su independencia, que duró 22 años. En 1940 cayó nuevamente bajo dominio ruso (esta vez bajo el paradigma de la hoz y el martillo), situación que se mantuvo hasta la caída de la Unión Soviética y que sólo fue interludiada por tres años de ocupación nazi en el período 1941-1944.


Luego de toda esta historia de batallas, sangre y ocupaciones, era necesario elegir una bandera propia que se engarzara con el sentimiento, y se izara como representante, de la inquebrantable identidad nacional que había guiado con conmovedora obstinación a los estonios en su anhelo independentista. Los colores que envuelven a este joven país, así, son el azul (heaven above us), el negro (soil and suffering of our people) y el blanco (pure heart and a promising future).


Según la guía freakie que usaba pendientes de Batman con la que realicé una visita guiada por el centro histórico, en lengua vernácula Tallin significa "ciudad terminada". La capital del país habría recibido este nombre producto de haber nacido con la unión de las antiguamente separadas Toompea (Ciudad Alta, donde habitaba la nobleza) y Reval (Ciudad Baja, tierra de campesinos).


"Las callecitas de Tallin tienen ese qué se yo..."

En materia de religión, tras el abandono forzado del paganismo tras las Cruzadas del Norte y el ulterior desarrollo del cristianismo durante siete siglos, de la mano de la URSS el país se volcó oficialmente al ateísmo. Según el régimen comunista todas las iglesias debían destinarse para otros fines (museos, salas de concierto, galerías de arte), política de reciclaje por demás interesante que en Estonia repercutió en forma de pintorescas bizarreadas. El caso más emblemático es el de la Iglesia de San Olaf. Construida a principios del siglo XIII, había sido en su momento -entre 1549 y 1625- "la construcción más alta del mundo". Durante la URSS, se transformó en antena de TV. El hecho bizarro ocurrió en el año 1987. En medio de una transmisión destinada a la familia en su conjunto, la señal entró en interferencia con otra, proveniente de la no tan lejana Finlandia. En ese momento, del otro lado del mar la audiencia disfrutaba de Emanuelle 5, película porno francesa protagonizada por Monique Gabrielle. Este hecho inédito, que en otro contexto podría no haber significado más que una divertida anécdota, resultó en cierto modo "revolucionario" para ese entonces. En la URSS estaba prohibida la televisión occidental... ¡y ni hablar del porno! En aquella veraniega tarde de junio, la rígida sociedad estonia se vio súbitamente, sin previo aviso ni solución de continuidad, disfrutando a su manera, y en familia, de un exhibicionismo nunca antes por ellos siquiera imaginado... Una inyección descontracturante para el sovietismo ilustrado. Thanks, Finland!

Detalle de mármol en la Iglesia de San Olaf

Hoy por hoy la iglesia está plagada de parlantes, proyectores, cámaras, pantallas, etc., para facilitar la transmisión del Mensaje del Señor a través del clérigo de turno a los fieles, dada la gran cantidad de columnas que dificultan la visión del atrio.

Otra maravilla arquitectónica de Tallin es la Catedral de Alejandro Nevski. Construida durante el siglo XIX como parte de la política del zar Alexander III de rusificación del territorio, se encuentra ubicada cerca del Castillo de Toompea, trono tradicional del poder estonio. Se trata de una iglesia ortodoxa rusa que trae a la vista de manera inmediata la reminiscencia de las postales de San Petersburgo. Durante la URSS, existió el proyecto de convertirla en un planetario... pero nunca dio la plata.



Además del registro de la farmacia más antigua del continente, se conoce la presencia de mercados en la región desde, por lo menos, el siglo XI. Hoy, el capitalismo global y el merchandising intercontinental dan pie a "curiosidades" como esta: una famosa cadena de papas fritas patrocinando su línea... ¡sabor chorizo! En lengua vernácula y de la mano de Messi.



Cierto reconocido cantautor uruguayo dijo alguna vez que nada se pierde, sino que todo se transforma en otra cosa. Desconozco si esta frase surgió como consecuencia de una caminata por Tallin, pero es indudable que aquí encajaría perfectamente. Así lo demuestran los incipientes emprendedores estonios, que han montado negocios de comida rápida y cerveza en viejos kontainers fabriles remodelados, además de convertir gigantescas zonas industriales de fábricas abandonadas en lugares de esparcimiento y bares chill out.




La aventura en tierras estonias dejó como saldo un buen puñado de historias y de vivencias nuevas en una tierra absolutamente exótica y, hasta muy poco tiempo atrás, inimaginada. La milonga fue un éxito, con alrededor de 200 almas nórdicas moviendo su esqueleto al ritmo de la yumba y la síncopa. Luego sería la hora de reencontrarnos con nuestras raíces latinas en Francia. 

Con Simone y Pablo, 
compañeros de andanzas musicales en tierras bálticas

[Dato de color ilustrativo respecto a nuestra distinta idiosincracia sanguínea -llámese cultural- fue la frase "we are cold people" que me dijo una chica que estaba compartiendo mesa con mis amigos en un bar, luego de dejarme pagando con la cara en el aire y no devolverme el saludo en el momento de las presentaciones. El we se refería a su grupo de pertenencia sociocultural (presumiblemente los países nórdicos y/o bálticos) en oposición al ustedes, latinos de sangre caliente forjada a la vera del Mediterráneo. Al parecer, en Estonia exceder el apretón de manos, incluso entre hombres y mujeres, está reservado para las personas de extrema confianza].

domingo, 14 de agosto de 2016

El Silencio del Tiempo

mi abuela habla
y su voz
es La Voz del Tiempo
y La Voz del Tiempo me dice:
“¿qué es esa mancha en tu cara?
tus pantalones están muy sucios”
y yo le contesto:
todo intento de grandilocuencia
es una aproximación a la banalidad

mi abuela acaricia a Hermes
y riega sus pájaros enjaulados
desde su cabeza gris como el viento
nacen estos vocablos:
“qué lástima que no esté tu abuelo”
y yo le contesto:
qué lástima que lastima

y luego
el silencio
(El Silencio del Tiempo)
posa sus ojos sobre nosotros
hasta que bajamos
                             el
                                 telón