"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Lo que esperamos (Oliverio Girondo)

Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.
de bosta.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

Camino (Leonel Lienlaf)

He corrido a recoger en las llanuras,
en la playa,
en la montaña,
la expresión perdida de mis abuelos.
He corrido a rescatar
el silencio de mi pueblo
para guardarlo en el aliento
que resbala sobre mi cuerpo
latiendo,
haciendo vibrar mis venas
sobre el sol que se levanta
sobre las altas cordilleras
para que el espíritu sea viento
entre el vacío de las palabras.

He corrido a recoger el sueño
de mi pueblo
para que sea el aire respirable
de este mundo.

"Se ha despertado el ave de mi corazón" 
© Editorial Universitaria, S.A., 1989.

Para ser hombre (Vicente Sombra)

Para ser hombre
no necesito
la fuerza de mil búfalos
gritar como un condenado
golpear como un cobarde.

Para ser hombre
no necesito
el don de la palabra
endulzar con mentiras tus pétalos
o poner en praxis el último paso de baile.

Para ser hombre
no necesito
copas de vino de dulce tibio oro
ni un pollo a la naranja
que deje la panza llena
y el corazón como vino.

Para ser hombre
no necesito
diferenciar entre Monet y Manet
moverla como Messi o Maradona.

Sólo es necesario
cocinar el silencio como una aurora
una brújula arbitraria
y proteger las olas que crecen.

"Toco tierra", La Otra Vereda Editorial

No deshagas la maleta (Henrik Nordbrandt)


¡No deshagas la maleta! Inconscientemente
podría ocurrírsete desparramar su contenido
lo que te tentaría a ver un dibujo
como el de las letras de la palabra hogar.
Donde algo careciera de simetría
querrías tal vez colocar una planta
regada y empezar a querer apreciada.
¡No deshagas la maleta! Podría
estallar la guerra. O lo que es aún peor:
Podrías imaginarte que estabas enamorado
y como una inevitable consecuencia
mudarte a una calle con un nombre
y que las calles, no como ahora, no solo fueran calles
sino el caminar de los condenados a muerte en ellas.
¡No deshagas la maleta! Es mejor
ponerte una camisa arrugada
que una que haya estado tendida en un balcón
con vistas a algunas islas brumosas
y haya sido planchada por una mano amorosa,
es preferible el olor a naftalina que a espliego.
Podrías creer que eres una flor.
!No deshagas la maleta! Déjala
junto a la pared en una habitación desnuda
donde una bombilla desnuda
no te deja dudar ni un instante
de dónde estás y quién eres en la Tierra.
¡No deshagas la maleta! Ni un segundo
antes de que puedas prescindir completamente de ella.
Y déjala en su sitio.

Versión de Francisco Uriz
http://zonaliteratura.com/

Los inmortales (Hermann Hesse)

De los valles de la tierra nos llega,
sin cesar, el impulso de la vida,
la necesidad salvaje, el entusiasmo intoxicado,
el humo sangriento de los festines de miles de verdugos,
las convulsiones del placer, los deseos sin fin,
las manos del asesino, del usurero, del piadoso.
Un enjambre de hombres impulsados por el miedo y el placer,
con olor sofocante y podrido, crudo y caliente,
respira felicidad y celo salvaje.
Se comen a sí mismos y se vuelven a escupir,
engendran guerras y artes nobles,
adornan con delirios el lupanar que se incendia,
devoran y tragan y corren a través de las alegrías estridentes
del mundo de su infancia,
que vuelve a levantarse de las olas
para deshacerse otra vez en barro.

Nosotros, en cambio, nos encontramos
en el éter helado e iluminado de estrellas.
No conocemos los días, las horas,
no somos hombres ni mujeres, jóvenes ni viejos.
Los pecados y miedos ajenos,
los asesinatos y las calientes alegrías de los otros
son teatro y, a la vez, soles que giran;
cada día es, para nosotros, el más largo.
Asintiendo en silencio a la vida latente,
mirando en silencio las estrellas que rotan,
respiramos el invierno del universo.
Somos amigos de los dragones del cielo,
nuestro sentido eterno es frío e inmutable,
nuestra risa es fría y clara como las estrellas.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Arembepe - saudade lisérgica

En la terminal de Salvador me despedí del tridente cordobés y me tomé un colectivo de línea para recorrer los 30 kilómetros que separan la capital bahiana de Arembepe, lugar que elegí para pasar mis últimas horas en Brasil.

Todo lo que sabía de Arembepe era que se trataba de un pequeño pueblo pesquero que había sido visitado durante los '60 por Mick Jagger y Janis Joplin, lo que había generado una especie de mito. De hecho, durante mi estadía en el lugar escuché decir que Bob Marley (que jamás viajó a Brasil) también había conocido Arembepe, al igual que John Lennon. Y la lista seguía...


De aquel pequeño pueblo de pescadores que había conquistado los corazones hippies décadas atrás sólo quedaba el recuerdo.