"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

lunes, 29 de abril de 2013

La Patagonia es un sueño eterno II


Cuando ya son las siete de la mañana y el inmenso sol patagónico  se hace presente, Omar se detiene cerca de la YPF de Gobernador Costa para descansar, finalizando con un trayecto de más de 500 kilómetros hecho de un tirón. En mi cabeza resuena todavía la música que el camionero fue escuchando durante toda la madrugada, sin interrupciones: un compilado tropical de cumbia, cuarteto y sus derivados. Una estrofa que se había anclado en mi mente con particular insistencia rezaba, a través de la voz caprichosa de una mujer arrebatada: "no te metas con mi cucu / no te metas con mi cucu / yo sé que tienes tu mujer / así que deja mi cucu".

"A las once seguimos viaje" me avisa el Omar mientras bajo de su camión, bamboleante. Desayuno en la YPF y luego me sumerjo a pie en la profunda melancolía del pueblo, que consta de apenas dos mil habitantes. Por detrás de las casitas coloridas que se desparraman a lo largo de la calle principal (el nombre de ésta, Julio A. Roca, despierta en mí la indignación de saber que continuamos honrando la memoria de genocidas repugnantes con nombres de calles y monumentos en pleno siglo XXI), ahí nomás, el horizonte y la nada. Pienso que no cualquier ser humano podría vivir en un lugar así, que no cualquiera sería capaz de tolerar una soledad tan absoluta y sincera. Siento que las personas que logran hacerlo deben ser verdaderamente fuertes, al punto de poder convivir con el tremendo silencio, la monotonía y la distancia que destila cada fragmento de realidad en la pequeña localidad chubutense.